martes, 29 de junio de 2010

NOTABLE DEBUT: MARIO MORQUENCHO EN "EL MISTERIO DE LA POESÍA" DE LA REVISTA CARETAS

Más de una vez me he referido a la renovada vitalidad del movimiento Hora Zero en base a la plena vigencia y actividad creativa de sus fundadores, el contar en sus filas con representantes de todo el país y la incorporación de poetas de las generaciones más recientes. El 22 de abril Tulio Mora, Paul Guillén y Karina Valcárcel presentaron, en el Salón Hora Zero del Bar Queirolo, en el jirón Camaná, el libro “Ciudadelirio”, de Mario Morquencho (Sol Negro editores, Lima, 2010).

Morquencho nació en Los Órganos, Piura, en 1982, y vive en Lima a partir del 2006. Es un poeta con todas las de la ley, que tiene una amplia gama de recursos técnicos y expresivos y los administra con soltura en referencia a una megalópolis a la que no termina de acostumbrarse. Habrá que seguirlo con atención... Un poeta hecho y derecho (Adolfo Polack, Revista Caretas, 17-06-2010)

Fuente: Caretas

viernes, 4 de junio de 2010

CIUDADELIRIO DE MARIO MORQUENCHO POR FERNANDO ODIAGA GONZALES

El libro Ciudadelirio (Lima: Sol negro editores, 2010) de Mario Morquencho es la conciencia emergente de un hombre de provincia, forastero en esa metrópoli sicótica que es Lima la horrible, la de Salazar Bondy, en la que hay: “Un dulce malestar de Enero a Enero y un estarse muriendo todo el año”. Dicha conciencia emergente es lo que surge de la aprehensión y comprensión de las vivencias, las imágenes, que se presentan día a día en la gran ciudad, como una especie de extravío, un trastorno, en suma: un delirio. Morquencho escribe: “El cantar de la feria repleta de provincianos como yo/ retorna a mis oídos/ como silbido de viento clamando su existencia”; el viento que clama su existencia simboliza la vida de los provincianos, viento viajero que sopla y pasa volando desde los confines de la tierra (advenedizo por lo tanto), refrescando desde lejos un lugar, cualquier rincón del mundo, o por ejemplo: Lima la horrible.

El viento que se vuelve canto y que retorna a los oídos como un silbido podría ser esa conciencia delirante de la que hablamos al principio, conciencia que luego vive y siente: ”tratando de equilibrar la nostalgia/ bajo la sombra de un árbol” como canta Morquencho.

En el mismo poema que comentamos, Parque universitario, podemos leer frases como “letanía de horas”, expresión de la cadencia y el ritmo tediosos de la capital; o leemos la frase “tarde macerada” que son ese mismo ritmo de fatalidad y absurdo impregnado en las horas durante un paseo por la gran urbe, ahora transformados en embriaguez, en calma evasiva, en olvido, completando el sentido con la frase “cántaros de chicha” y el parque se transforma en una visión multifacética y policroma, en escala de grises, de libaciones y sabores ancestrales. Luego de su paseo Morquencho retorna en autobús: “a resucitar mi habitación desconocida”, es decir retorna al recogimiento, a la soledad, al propio cuerpo confinado en un espacio cotidiano, que para Morquencho tiene la cualidad de ser desconocido, ignorado. ¿Por qué? Porque Lima es una ciudad que nos extrae el espíritu y la vida como un holocausto al absurdo; porque apiñarse diez millones de seres humanos en un solo sitio parece una locura, algo irracional. No podemos ser todos, y a veces ellos te niegan ser algo, te quedas vacío, solo y no sabes quién o qué eres.

De nuevo en el autobús, retornando a casa, en la 73, ese elefante verde que cruza Lima de norte a sur, Mario Morquencho percibe los rostros de los seres que habitan la metrópoli, los escruta, advierte sus estados, los recrea poéticamente y nos muestra sus poéticos pasajeros de autobús, sentados o parados, como otra ofrenda del delirio: rostros que tienen todos los colores, de “bigotones, dormilones y viejos verdes”, “De princesas sin príncipe”, de “obrero mal pagado”, etc. El solo acto de mirar con la sensibilidad despierta, poniéndose en el otro, simula esa comprensión que se aleja y se acerca de la verdad como el delirio. Cada rostro se transforma en un acto verbal del poeta mientras la 73 sigue rumbo a Chorrillos.

Lima propiamente, es vista por Mario Morquencho como un “cielo preñado de sótanos/donde jugamos a vivir”. La imagen de los sótanos en el cielo es agramatical y contradictoria, con una connotación especial, que nos desvela lo que significa la urbe para el poeta. Cielo igualado a subsuelo. Confinamiento y libertad; en cierro e infinito; el cielo preñado de sótanos habla de una posibilidad, una esperanza, de soledad y libertad, “jugar a vivir” nos lleva también a la idea de libertad. Pero, ¿no es acaso que jugamos en los sótanos como los niños, y que el cielo preñado no es otra cosa que la mujer solitaria, libre, infinita, maternal, que nos ofrece “jugar a vivir” como la esperanza en la dicha y la plenitud, allí precisamente, en la gran urbe, sobre la cual se extienden penas, miserias, fatigas, tanto como falsas grandezas y oropeles. Allí Morquencho cantará a las “cartitas de amor” flotando “en heces por el río” o “algún borracho que micciona decadencia” y es así porque solo mirar y escuchar en las grandes ciudades como Lima te puede llevar a ese delirio involuntario donde se mezclan belleza y coprolalia, grandeza y miseria.

La imaginería poética de Mario en su delirante Lima vivencial es de primerísima inspiración, de acercamiento piadoso, revestido con lo mejor de los recursos estilísticos de nuestra tradición poética. El libro entraña un tributo a Trilce y al surrealismo, a Martín Adán y Jorge Eduardo Eielson, entre otros registros verbales y rasgos de estilo. Hay un aporte de los setentas en tanto hay ritmo urbano, protesta social, existencialismo, integralidad, como quería Juan Ramírez Ruiz y los horazerianos. Pero en Mario la protesta se diluye en la visión intimista y por el otro lado el altruismo se desnuda en una sensibilidad metafísica, tal vez en una búsqueda de una esperanza más radical, trascendente y poderosa frente al vacío y la nada. “Cuando suene la campana, el amarillo del desierto se confundirá con el sol”; es decir, en la nada y el vacío de una ciudad anómala, amoral, absurda, viciosa, finalmente la luz viajando en el infinito, como es el título del último poema, en el que hay una especie de visión profética, una promesa y una utopía, más allá de la muerte y el absurdo, para esos limeños que se han despertado llorando, como dice Eielson en el epígrafe del libro de Mario. El surrealismo y el intimismo se dan la mano en esta poesía donde Lima se ha transfigurado como en un sueño, se ha convertido en delirio.

CIUDADELIRIO DE MARIO MORQUENCHO POR FRANCISCO MELGAR WONG

EXTRAÑA Y URBANA

La breve anotación biográfica que acompaña este poemario nos dice que Mario Morquencho nació en Piura en 1982, llegó a Lima en el 2006, empezó a escribir poesía durante una época depresiva de su vida y renunció a su trabajo para escribir este libro. Y al leer “Ciudadelirio” entendemos por qué. Empujado por la angustia, Morquencho sale a las calles de una ciudad que le resulta extraña, asombrosa, repulsiva, seductora y, a la manera del paseante baudelairiano que inaugura la poesía moderna tal como la entendemos hoy en día, transcribe sus impresiones en versos que emulan el ritmo vertiginoso de la urbe. Visiones de cines, parques, edificios, horizontes industriales, puentes y un relato que parafrasea a Poe (“Asesinato en la calle Omicrón”) delatan la deuda de Morquencho con la literatura de fines del siglo XIX. “Ahora me tendré que ir / por la odisea / y mi voz tendrá que luchar / con los claxon de las avenidas / y retornaré en autobús / a resucitar mi habitación / desconocida”. (Francisco Melgar Wong)

Diario El Comercio
Lunes 3 de mayo del 2010
http://e.elcomercio.pe/66/impresa/pdf/2010/05/03/ECCU030510c8.pdf

VIDEOS DE LA PRESENTACIÓN DE CIUDADELIRIO DE MARIO MORQUENCHO EN CHICLAYO





IMÁGENES DE LA PRESENTACIÓN DE CIUDADELIRIO DE MARIO MORQUENCHO EN LA ALIANZA FRANCESA DE CHICLAYO