viernes, 26 de septiembre de 2008

Una lectura de Amórfor: El Cantar de amor de Salomón por David Abanto Aragón

Porque no soy puro de ningún matiz. Ni mochica. Ni chimú. Ni tiahuanacu. Ni azteca. Ni jíbaro puro. Puro. Porque no soy blanco duro porque no soy todo en negro porque no soy Asia sólo porque no soy pero soy beréber y gitano y persa decido que soy el producto de lo que no segrega. Decido que he sido hecho de amor.

Julio Heredia, “Fuente de la canción”. Libro divino del desdén


La consagración temprana de Salomón Valderrama (La Libertad, 1979) como una de las figuras más dotadas de la novísima poesía peruana se dio con su primer poemario Amórfor (Paracaídas Editores, 2007 publicado en un cara y cruz que contaba con el poemario Manchas solares de Diego Lazarte por el otro lado). Rodolfo Ybarra en su momento señaló que este libro era “un adelanto de libro” y la aparición de Amórfor editado por Sol Negro editores lo confirma.

Estamos ante un poemario sobresaliente, con treinta y seis poemas de sostenido logro expresivo y admirable conexión entre sus tres partes. Camilo Fernández Cozman ante el “adelanto de libro” no dudó en hablar de un “poemario interesante por la propuesta ciertamente osada que se percibe en los poemas” y ahora nosotros celebramos la aparición íntegra de Amórfor como el más importante de los testimonios poéticos de un joven del dos mil, ubicándolo en la nómina más selecta de autores precoces de las letras peruanas al lado de Denisse Vega Farfán, Jerónimo Pimentel, Miguel Ángel Sanz Chung, Diego Lazarte, entre otros, pero cuya exploración supera en “intensidad” y —en algunos casos— “altura” poéticas (tomamos prestadas las imágenes vallejianas) a las realizadas por los poetas mencionados.


Una lectura de la tradición: “Donde el soneto es viejo y el amor tierno”

Amórfor es un canto de ruptura. Pero la ruptura se da ante con una forma reciente de hacer poesía que considera que hacer “nueva” poesía es plasmar acrobacias verbales declarativas y ornamentales con temas políticamente correctos y con “rollos” reflexivos de un esquematismo afín a los libros de autoayuda y en muchos casos hasta con rima y metro, pero sin vuelo creador alguno y con resultados que suenan afectados o forzados “deshumanizados” en el sentido de Ortega y Gasset.

Amórfor expresa una sensibilidad raigalmente peruana y, por ello misma en plena globalización, universal con una densidad propia de las obras de arte, las que ganan mucho en la relectura, por su capacidad de sugerir nuevos niveles de significación. Amórfor inicia ya una experimentación a nivel del lenguaje, en el nivel sintáctico y lexical, y hace uso de recursos en la línea de los que en su momento realizaron el Inca Garcilaso, Guaman Poma, Espinosa Medrano, Vallejo, Moro, Martín Adán, Churata, el Arguedas de Katatay y Los Zorros, Ramírez Ruiz, Verástegui, Vladimir Herrera, Domingo de Ramos, José Pancorvo, Alberto Valdivia, Ildefonso (y lo emparentan con Baudelaire, Rimbaud, Pound, Apollinaire, Tzara, Breton, Ginsberg, Bukowski y Walcott). Una búsqueda hacia la tradición pero renovada en asunto y modo (“Vive en mí, poesía inmortal / Desafía el caduco arte de subir...”). Como todo acto poético válido, Amórfor se asume como un desafío por establecer una voz propia que, además de insertarse en una tradición viva, la reelabore y, con esto, la encauce hacia formas expresivas inéditas (“Que lo que soy no te impida hacerte impío”). Bien sabemos que no hay creación sin tradición ni nueva tradición sin nueva creación que la sustente.

Las composiciones de Valderrama, como ha señalado Chrystian Zegarra en la introducción de la selección en línea de poemas: Facción de imperdido al arte, lo sitúan entre los poetas que observan críticamente la tradición “para entablar un diálogo, un ardoroso conato de lucha con las diversas voces —en muchos casos muertas pero en estado de latencia— preexistentes”.

En Amórfor Valderrama “lee” (un modo de profundizar en las obras, más allá de las limitaciones del discurso crítico, gracias a la mayor profundidad que alcanza la sintonía recreativa de la poesía) tradiciones plagadas de personajes e imágenes de un elenco variadísimo de obras literarias, musicales, pictóricas, etcétera.

Nos presenta a un héroe, un sujeto poético, que recrea viajes en busca de sus raíces familiares y, en general, culturales y se regocija en su propia marginalidad, en forjarse ‘la eternidad mediante el exceso’, pero capaz también, poema a poema, de mutar, de sufrir ante nosotros las consecuencias de su propia transgresión.

Soy el Fin, el bello, el imaginado
El llano, el puro, el llorado
Soy la poca fe de los espejos
Pero me verás y seré tu premio
Raza, rasgo inmoral para ser americano
Y despertarás... Corazón oscuro dirás:
¡Qué negativo el de vivir dormido!

(“Los Funerales de Atahualpa”)

Ante búsquedas poéticas que no se encuentran a sí mismas, y cuyas búsquedas mayoritarias están trazadas por una inclinación hacia lo inmediato y trivial, la proeza creadora de Salomón Valderrama se cimenta en la síntesis estética que logra entre lo antiguo y lo moderno en una aventura del lenguaje. Al respecto citemos a Fernández Cozman:

“Hay en Amórfor una propuesta estética donde se busca un punto intermerdio entre las estructuras métricas clásicas y el hálito vanguardista, basado en la creación de neologismos y en metáforas de cuño experimental que buscan sorprender al lector”.

En esa búsqueda la pugna entre captar y no captar las sumas voces, entre abolir y no abolir la existencia terrena para vivir el trance de amor la poesía de la existencia encuentra una formidable cristalización comunicativa en sus sonetos que (al modo de Martín Adán), respetando las exigencias de rima y metro, hacen trastabillar el molde secular llevándolo, en apariencia, al borde de lo inefable, de lo comunicable.

En sus composiciones hay una espléndida plasmación de una búsqueda estética y ética esenciales, una utopía más catártica de la existencia humana análoga a los desbordes hasta el exceso de los sentidos, de la palabra, de la sensualidad y hasta de la identidad en esos instantes iluminadores y anárquicos que nos permiten las fiestas colectivas para librarnos y liberarnos de las penosas fatalidades “Emprendido pitonisar mañana al Humano”. Fatalidades que tienen que ver con la condición humana en general, desgarrada por la muerte y la incertidumbre pero, también, con el padecimiento de un orden social injusto.

El canto doliente pero esperanzado y esperanzador de Amórfor se sitúa en medio de las deshumanizantes ciudades actuales. Su propósito de transformar esa violencia en un factor humanizador supone un programa no solo estético sino político.

Esto, a nuestro juicio, le ha permitido a Valderrama brindar a sus composiciones un aliento heroico con cierta aura mítica ausente en la mayoría de composiciones recientes.


El nombre, el hombre y la búsqueda del amor

Comencemos con la elección del nombre del poemario. El propio título de la obra de Valderrama ya es un acierto mayor: Amórfor. No Amorfor; sino Amórfor. En una línea que nos remite al tema del Amor y cuyas composiciones nos sugieren una búsqueda del Amor en trance de poesía pura, el amor ahora transformado en “amórfor”. Al respecto Paul Guillén ha dicho que «Es interesante reparar en el nombre del libro como un eje significante de la enunciación poética. Lo “amorfo” nos remite a una forma sin forma, pero esta forma que no tiene forma, denominado como lo amorfo, en Valderrama es “amórfor”, no llega a ser lo “amorfo” es lo “amórfor”, en ese sentido es “algo” que es mucho más que lo amorfo y por ello no tiene una forma o no forma conocida ni en el mundo natural ni en el mundo de la ciencia».

Ese algo mencionado por Guillén a nuestro juicio alude al Amor, a la forma del Amor. Una forma ausente y cuya libérrima búsqueda se hace necesaria: “Ante la no luz... de boca me destilo/ Todo prohibir para encontrar y volar...”. La condición humana cautiva de lo temporal, en un tiempo de “no luz”, en una sucesión temporal ajena al amor (“No amar, desaparecer”), como si el tiempo la tomara en prenda para someterla al deterioro y la muerte sin el disfrute pleno del amor, buscando impedir que el ser humano (y, de modo privilegiado, el poeta, su vocero más trascendente) se realice en la dimensión superior para la que está potencialmente capacitado: la eternidad de lo absoluto. Solo el hallazgo del amor nos permitirá la vida plena en libertad: “Amar para vivirlo todo”.

La idea de amor que se va develando en las composiciones está vinculada a la idea plena que abarca los términos eros, philia y ágape. Amórfor es una reacción a la idea del amor constreñida al eros degradado a puro sexo, convertido en mercancía y en la que el hombre mismo se transforma en mercancía. “Imperdido en la moneda, tesoro mío [...] Desdibujado por lo perdido, por pecado”.

Lo positivo y lo negativo se suceden en la existencia, de modo tal que ni la dicha ni la tristeza están claramente separadas entre sí, ni mucho menos resultan perdurables. Lejos de las trampas de la egolatría, Valderrama atribuye el mérito al poder rítmico de las “hospitalarias estrofas” (Carlos Germán Belli) creadas en Europa en los siglos XI-XVI. Vallejo, en el poema XXXVI de Trilce, celebra el potencial de la carencia: el gago Demóstenes (ejercitándose con guijarros dentro de su boca para articular con mayor fuerza y precisión) devino en el máximo orador griego.

El poemario se estructura en una tríada que, a manera de prisma o cúpula, se dirige hacia su culminación, su fin y su sentido. Abierta en una refracción, comienza la búsqueda en once poemas (uno de ellos un cuarteto) en un viaje por la idea del amor, por su separación del poeta. Estamos ante una exploración múltiple o multiplicada que no contemplan los hombres sino el poeta, “Animal, poeta puro”.

La segunda estancia, en doce poemas, intensifica la búsqueda en una especie de ascensión enajenada del poeta a un plano superior de categorías casi divinas: “Viajar... a viajar... desconocer, hoy romper...”

La tercera instancia, en diez poemas, permite comprender la búsqueda en un todo visual-musical en una especie de cantos de múltiples dolores. Cantos en los que “Para no sonar tan nudo del desaparecer” el poeta implora a la Lira ser elegido “en mal sonido” para iniciar “Propio caminar de los amantes del futuro”. Cada parte puede leerse como un poemario autónomo, a la vez que como pieza de un solo poemario concertante.

Todo Amórfor remite al amor y a la necesidad del re-conocimiento del lenguaje y su fuerza para configurar realidades, mundos virtuales, capaces a fin de cuentas de darle un sentido a nuestra historia. La voz poética de los poemas de Amórfor se dirige a sus interlocutores no desde un lugar sino a partir de un espacio al que ha poblado a lo largo de los años y con una férrea disciplina, de interminables palabras “proféticas”, siempre con aguda ironía, pero sobre todo, con una gran sentido del humor, que es sin duda uno de sus rasgos más originales y que permite tolerar la existencia como tal.

“En el poeta o en el farsante casto
Hay un dictador de Océano rostro”
(“Trueque”)


Despera oh Vida en rutícula transtornada
Aviación exhumar en alas religiosas
Cibernética reamar travestidas diosas
Almorzar belleza incomida y desterrada”.
(“Despera oh Vida...”)


“Reinar escándalo, Comedia,
Disipar belleza que transtorna.
Vivir: tocar a la que se transforma.
Constante e irredenta”.
(“Poeta”)

“La suma del mal es el bien...
La resta del bien va en mal...
Hay bien y mal en el camal
De Dios, que perdona también;”
(“Belleza helada”)

Quizá sea conveniente puntualizar, para evitar confusiones, que con el término humor no aludimos a aquello que provoca la risa, la burla, la sátira, sino a un aspecto de lo cómico, del que dice Octavio Paz, convierte en ambiguo todo lo que toca. El humor en Amórfor zahiere el afán de los críticos de imponer un sentido fijo, develado por el análisis: “Decir No... decir Sí... horrible la cosa palmaria”.

Leamos:

“Soñar desaparecer de amor y en todo:
Despierto y no soñando de amor me embarazo,
Delicado en amor de no cierto en tu regazo,
Científico, dador... reaparecer de amor.

Urubamba de flores en los ríos prohibidos...
Derrumbo no visto, enigmático, conciso.
No eres mono en el que me reconozco amor,
Espolón en que danza invierno himero.”

(“Amórfor”)

El baño de irreverencia en Amórfor que oscila entre un aparente anarquismo y nihilismo ante el lenguaje, no es tal. Toda expresión del poemario está empapada por un hálito romántico de idealización amorosa que nutre la poética de sus composiciones.

El poemario de Valderrama nos sumerge en la vida en arrebato febril para iniciar la búsqueda del amor revitalizado en nuestro tiempo. Comprende que las búsquedas auténticas se nutren de las raíces colectivas, en su caso grecolatinas pero también andinas (véanse los poemas: “Fiel A Panca Dulce Desnacer”, “Pachacámac”, “Quipu”, “Torre de la voz…”, “Los Funerales de Atahualpa”, “Rosa América”, “Rímac”, “Compañía América” y “Viti... Viti: Vida es su juego”) en un trabajo con el lenguaje que es minucioso y central, experimental, y por ello, desconcertante, novedoso, protagónico y trascendental.

Da la sensación de un hervor (término que tomamos prestado de El zorro de arriba y el zorro de abajo de Arguedas) por su peculiar escritura, aparentemente oscura, poco discernible, casi indefinible, llena de términos extraños en préstamo de lenguas nativas o giros populares, con menciones a voces latinas, plena de partículas expresivas y nombres de origen no solo andino sino plural, de la más diversa fuente, así como dichos o frases.

Pero, a la par de este desconcierto descubrimos intensas imágenes, fascinantes plasmaciones de sentido y una extraordinaria fuerza que aumenta nuestra absoluta sorpresa ante la obra. En la estirpe de Vallejo, (“¡Ay, César Vallejo...!”), Churata, Arguedas, De Ramos, Pancorvo, Ildefonso, el genio que Valderrama despliega en Amórfor es eminentemente verbal:

¿No hay remedio?...
Su espacio... Retorno será

Nieve en barca curiusidad desquicia
Vidrio social ubidencia ideficar
Cudicia huerto crisoprasa paraíso...
Paisaje inundan
Filusufia impura
(Antes una extrañez y hoy pecado todo)

Valle rosario preciosa nigligencia
Viste murir oro izquierdo
Tinir bailarinas jueces prostitutas...
Sol muerto amatista doctrina
(Su muerte en un baile suma)

Idulatra rojo en balcón azul
Jardín señora serimonia cómplices
Todo nigromante todo cacique todo pariente...
Venales citas
Entención aman
(Deshacen el día venido)

Pistilencia labios miseria desnuda
Jaspe requisas padres envinción
Gintil camino beriló luna...
Pulicia perlas estación transparente
(Su día es otro más solitario)

Puente bahía frutas vieja
Negros bustos posición escriben:
Rosados sirvientes prencipal marrón
Parlamento proeba
Playa mestizos...
(Avanzan y hacen esplendor de su noche)

Hechiceros sacristanes café gloriam
Puno crisolito árboles cochillo
Sais tren claro jacinto...
Topacio vesitar impresión tuvu
(Pequeños pero magos absolutos son)

(“Viti... Viti: Vida es su juego”)

Las palabras rebasan su propio contenido y su especial combinación crea un nuevo lenguaje dentro del lenguaje vivo, al tiempo que lo enriquece y expande con nuevas posibilidades de realización. La peculiar escritura de Amórfor se asume como refugio y espacio cuestionador de la hegemonía socio-cultural, de modo que su propio desempeño busca negar la jerarquía de la dominación, constituyéndose en un mecanismo interno de resistencia y afirmación de una utopía: “Playa mestizos.../ (Avanzan y hacen esplendor de su noche)”.

En sus rasgos aparentemente “defectuosos” nos está diciendo algo. La voz poética evoca un mundo a partir de las formas expresivas de otro. Nos presenta de una manera inequívoca la culminación de una primera etapa del proceso de apropiación por parte de sujetos subordinados del instrumento de dominación esencial desde la invasión hispánica: la escritura.

Al optar por esta peculiar forma de escritura está buscando no solo un refugio frente a la hostilidad que siente a su alrededor; sino, consideramos, una manera de aprehender y crear una realidad nueva: la de una nueva forma del amor por obra de esos sujetos hoy subordinados: “(Pequeños pero magos absolutos son)”. Sin perder de vista su condición, consciente de su propia bastardía (la del avasallado vuelto mestizo, no aculturado; sino transculturado).

La voz poética de las composiciones de Amórfor no canta ideas milenaristas: no va a ver una gran idea que esté por encima de la historia de los hombres, una suerte de río subterráneo que los vaya a liberar. Si ellos se van a liberar es porque han aprendido a amar nuevamente, “reaparecer de amor”.

Lo más asombroso es que los textos que abren y cierran Amórfor instalan la confidencia de una voz poética que, consciente de los limites del idioma y de la penuria espiritual de nuestra época, encuentra la solución albergándose en una búsqueda estética abisal (“Lo animal miaru... / Lo animal bebo...”), una de las más osadas de la poesía peruana de la última década. De ahí que nos atrevamos a sostener que estamos ante el inicial despliegue del proyecto poético más totalizante erigido por poeta alguno del nuevo milenio.

Bono pre-venta libro La Nuez de Gustavo Reátegui Oliva

Gustavo Reátegui Oliva. LA NUEZ. (Lima: Sol negro editores, 2008). "Un experimento lúdico y misterioso con el lenguaje: el espíritu de la vanguardia asumido y revolucionado en 20 poemas / máscaras. La Nuez es un libro objeto de 20 x 20 cm. en una fina edición de lujo y limitada a 333 copias". Informes y pedidos: editorialsolnegro@gmail.com /mochica5@hotmail.com

ADELANTO DE MANHATTAN SONG DE LUIS BENÍTEZ EN ANALECTA LITERARIA DE ARGENTINA

Manhattan Song es el último poemario de Luis Benítez que dentro de muy poco publicará Sol Negro editores de Perú, creada por el también poeta Paul Guillén, de quien publicamos un texto de presentación de estos poemas, junto con un prólogo del autor y el poema "Garbo´s building" que constituye la cuarta de las cinco secciones que componen al último libro de poemas de Benítez. A su vez, el poema "Garbo´s building" está dividido en nueve estancias o pisos de un imaginario edificio poético. Analecta Literaria agradece a su editor, Paul Guillén, la posibilidad de hacer este adelanto del libro en exclusividad.

Si bien Benítez no menciona a Miles Davis, nos pareció apropiado ilustrar su poema con la serie de dibujos denominada "Trípticos de Miles Davis" de Luis Alberto Vittor, realizados en distintos momentos, entre 1982 y 1990, con una impresionante técnica hiperrealista, casi fotográfica, en grafito, tiza, pastel y carbonilla y nunca antes publicados.

Christian G. Binderfeld
Director
Analecta literaria


Manhattan Song de Luis Benítez
Palabras del poeta y editor peruano
Paul Guillén

Un revólver, una pistola, un puente, Dante Alighieri, Gilles de Rais, Áyax, Tiberio, Héctor, cannabis, Benny Goodman, nieve, Erasmo de Rotterdam, Pico de la Mirándola, el Hudson, el Ganges, el underground, la comida japonesa, Mesopotamia, las hipodérmicas, la rutina, el tedio, el cansancio, lo extravagante, lo sobrenatural, lo realista, lo reflexivo, lo pasional, las aguas del río, mujeres, prostitutas, el fin de siglo, son algunos de los elementos que describe Manhattan song, pero hay una palabra que se rehúsa a ser definida, una palabra como caballo, que no trasmite su inmanencia y concordancia: "¿quién obliga a esa bella palabra caballo a referirse a esa sombra plateada?"; de todas estas cosas -posibles e imposibles- nos habla Luis Benítez en su décimo libro de poesía. Heredero de la poesía beatnik norteamericana. Ginsberg, Burroughs y Corso como resonancias espirituales y vitales dentro de su poesía.

Manhattan song se encuentra dividido en cinco secciones: El Hudson, Una tarde en el jurásico, Cinco Contrapuntos para Erasmo de Rotterdam, Garbo´s building y Una borrachera de Pico de la Mirándola. Desde estas cinco vertientes se desarrolla la idea de un discurso posmoderno en contra del amor. "No es ligero ni frívolo decir / Que en nuestro tiempo la muerte es la gordura". La sociedad de consumo erige como máxima teleología la apariencia antes que la esencia. Por ello Luis Benítez nos propone una poesía situada en un hábitat monstruoso: la ciudad como un monstruo neurasténico. New York es la nueva Roma. Una urbe semejante a un laberinto de inmigrantes, imaginarios e idiomas: hispanos, japoneses, italianos, irlandeses, musulmanes, armenios, judíos. Todos viviendo una misma muerte en las fauces de la bestia. Nadie está a salvo. .

(Luis Benítez)

Prólogo del Autor

Escribí estos versos entre 1992 y 1993, cuando vivía en Nueva York, sí, pero como de costumbre, creo que la poesía no tiene temas, o que si los tiene, los emplea como excusa para referirse a otras cosas. Entonces, difícilmente se pueden buscar con ingenuidad en las páginas siguientes referencias a esa ciudad, rasgos anecdóticos o cualquier otra cosa del mismo tenor. El Hudson puede ser el Yang Tzé o el Mapocho o el mismo Río de la Plata. Los nombres propios que aparecen en este libro los inventé o bien, si corresponden a personas que conocí y traté, no se corresponden con sus personalidades. Hay aquí detalles que pertenecen a la realidad y otros que provienen directamente de la imaginación, como en los sueños. Como lo real es siempre inapresable, estimo que al valorar lo que supuestamente conocemos de nuestro entorno, incurrimos en la misma negligencia, que obviamos para no inquietarnos. Cuando hablamos o escribimos sobre lo que creemos conocer, gracias a esa involuntaria estratagema decimos cosas mucho más interesantes.

Por ejemplo que, gracias a la analogía, Homero, Virgilio, Erasmo de Rotterdam o Pico de la Mirándola pueden estar incluidos en el contexto de Manhattan Song.

Sí creo -con la misma ingenuidad, probablemente- que todo poema es un fractal, una pieza anómala que altera el sistema al que corresponde, modificándolo y siendo modificado por todas las otras partes del conjunto, en este caso, un libro. Ello hace posible emplear distintos estilos como si fueran meramente recursos de estilo, para lograr así, con el conjunto, un estilo mayor, algo que, gracias a esta dinámica interna, se modifica continuamente, como lo hace el lector.

Por otra parte, puedo afirmar que apenas retoqué en cuanto a la puntuación y otros detalles menores, la última versión de 1993.

Luis Benítez
Buenos Aires, febrero de 2007

CUARTA SECCIÓN DE MANHATTAN SONG
Ilustrada con dibujos de Luis Alberto Vittor
Serie Trípticos de Miles Davis


Garbo´s building

Suo cimitero da questa parte hanno
con Epicuro tutt´i suoi seguaci,
che l´anima col corpo morta fanno.
………………………………………
Yacen aquí los que creyeron cierto,
con Epicuro y todos sus secuaces,
que el alma muere con el cuerpo muerto.
Dante Alighieri

Tal vez en el Upper West Side
Y no lejos del río de la mente
Está una puerta; en el invierno
Con su pala el viejo aleja la nieve
Y en el verano con lo mismo a los rudos demonios.

Como todos los sirvientes se parecen al amo,
El viejo como el frente fue importado de Italia
Y debajo de su camisa de lana
-En invierno y en verano-
Está hecho de hileras de sólido ladrillo.

El es de Mantua -dice- y el inglés barullero
Se le cae como una piel ya estrecha
Cuando blasfema en dialecto
"Esta caldera inservible"
O "la policía otra vez ha entrado por la drogas de ése".

Fiel portero de antaño,
De los que sólo servían para guardar condenados.

El viejo ha predicho -hace ya treinta años-
Que un día nacerá un niño maravilloso
En el maltrecho edificio.
Hay quien lo sigue esperando.
El viejo me ha dicho:

"Amigo, para ustedes los hispanos
No hay ningún piso especial en esta rota pocilga"
Y lo seguí mansamente a través de los montones de basura
Que nadie ha barrido nunca.
"Esto es inamovible", dijo saltando
Ágilmente sobre una pila de huesos.
Debí rodearla, avergonzado.
"Y también esto": un tipo agonizaba
En un camastro, a la entrada.
Ni la futura viuda ni los confusos adolescentes me miraron.
"Tampoco yo tengo remedio" dijo y llamó el ascensor,
Rascándose la caspa.

"Los conozco a todos y de todo
Tengo la llave. Créame: no sirve
Para nada. Además, ni nos ven.
Olvide sus cuidados. Estos no van a desterrarlo.
Ni usted ni yo les importamos un cuerno."

En la luna rajada del ascensor que bajaba
Había pocas cosas: unas palabras de Husserl
Y una tarde dibujada.
Nosotros ya no estábamos.
Creo también que alguien silbaba:

"Viven aquí los que creyeron cierto,
Con Benny Goodman y todos sus muchachos,
Que un alma nace cuando nace un cuerpo."
No voy a acompañarlo, Siddharta:
Yo nunca hago las cosas dos veces de la misma forma.

Pero no tema a nadie: como usted, así son de efímeros,
Como usted, así son de estúpidos. Como usted son crueles.

No vayas a ensuciarte los pantalones, mi buen Arjuna.
El noveno piso es el pent house y allí vive el peor de todos.
Ten fe en lo único que posiblemente todavía sea cierto:
"Como usted, son efímeros;
Como usted, son estúpidos. Como usted son crueles."

"Hulla-ba-loo, hull-ba-loo,
lullaby, lullaby,
Osiris y Adonis y el otro niño
Juntan por las escaleras
Pedacitos de muerto",
Se fue cantando por los corredores de una nube de polvo,
El gran sombrero erecto y el reloj en la mano.
Por qué no me prestaste entonces tu intrepidez, Alicia,
Cuando necesitaba tanto tu manita pecosa
En la Casa Negra, en la Casa Oscura,
Donde bombea noche y día la Tiniebla.

"Simplemente
Porque todos ustedes
Desde las vidas de papel
Nos parecen idiotas."


Primer Piso: Elianne McGohan

Ella estuvo en Miami
Aquella noche inolvidable
En que Jim Morrison cerró las puertas
Y se subió desnuda al escenario
"The old sacred spirit is alive!"
"The ancient holy ghost is alive!"
Gritaba en brazos de la policía
Y se golpeaba el pecho hermoso y bamboleante
"Santa, santa, santa" aullaba
En vez de "miserere"
El borracho panzón desde el micrófono
Le arrojó aquel beso
Antes de que se la ocultara
La Vía Láctea que había bajado hasta el escenario
Ella hoy tiene su Ph. D.
Y él su Pére Lachaise
Ambos enseñan poco pero bueno
Tres días a la semana
Ella en el salón correctamente iluminado
El en el más oscuro rincón del baño público
Apenas los separa un muro
Y unas pequeñas, eficientes puertas:
Es una suerte para todos
-ella incluida- que conozcan
Tan bien este trabajo
Y tengan tantos años en su oficio


Segundo Piso: Eliot Di Nucci

Nadie estuvo en el pasado
Y ninguno habitará el futuro.
Sólo existe este apartamento,
La ventana que da a Central Park,
El tedio infinito de mis piernas inválidas,
El reloj que indica que dentro de dos horas
Vendrá la enfermera profesional
No sabe todavía lo que dice.
Mi vida no importa:
Una sola cosa late entre estas desiertas paredes
Y hace mucho que no es mi corazón.
En alguna parte, en algún cajón, una Beretta 40
Recuerda que vengué a mis piernas con ella,
Un día improbable, indefinido, de 1964,
Desde esta misma silla de ruedas,
Vaciándole el cargador a Moe "Ametralladora" Carrick,
No lejos de aquí, en una esquina que he olvidado.
Debajo de la pistola un viejo diario amarillento
Da todos los detalles de mi asunto.


Tercer Piso: Fiona Lara Fredericksen

Las tapas de la mitad de las revistas de la Tierra
Ofrecen mi retrato y buena parte de ellas
Se apilan hasta el techo en este piso
Y en esta vida donde sonrío a solas.

Cuarto Piso: Maurice y Miriam Podolski

Las antigüedades no tienen lugar
En nuestro piso, son sólo para vender,
De 8 AM a 8 PM ocupan nuestras vidas
Y luego, al abordar el metro tomados de la mano,
Como lo hacemos desde hace 45 años,
Las olvidamos en el negocio cerrado.
En la casa postales de nuestros hijos,
Venidas de Israel, de Missouri y de Idaho,
De Venezuela, de Salt Lake City y de Baviera,
Desplazan a las lámparas firmadas,
Los camafeos, las espadas y los jarrones.
Todas las noches, después de cenar,
Solos en la sala, contemplamos
Esas cartulinas resquebrajadas,
donde la tinta ya se desdibuja,
donde las palabras se transforman,
como lo hicimos la primera vez,
Cuando todavía alguna de ellas
Era echada por debajo de la puerta.
La vida es algo que siempreHay que cuidar de las polillas.


Quinto Piso: Mohamed, Zacharias, Richard, Aldous "Crazy Horse", Buzzy y, ocasionalmente, algunas chicas sin nombre de la B Avenue


Qué cuidado ponemos a pesar de las tantas veces que alguien se ha dado cuenta & han entrado en este piso los cerdos una vez derribaron la puerta & el asunto hasta salió en los diarios aunque buzzy dice que nadie ya lo recuerda de todos modos ¿qué estoy diciendo? & quién es nadie para saber de nosotros si tienes cautela hombre & si depositas cada mes cien dólares en la corte el desgraciado del dueño no logrará echarte a la calle con todos tus amigos es una ley de 1953 la que nos protege además somos veteranos

Recuerdo que richard que ahora no puede mover el brazo derecho por la heroína era el más alto del grupo & el más loco & el primero que dijo "metamos a la perra en la tina" esa vez que interrogábamos fuera de las reglas en ¿dónde? ¿a quién le importa? Algo sucedió en 1965 éramos tan jóvenes & metimos a la mujer en la tina & trajimos los bidones de napalm & un fósforo éramos tan jóvenes & estaba tan lejos la vergüenza de hanoi

Tiño mis canas como todos los demás, como hace aldous crazy horse aunque ya era calvo al entrar al servicio & le da miedo asomarse al espejo

¿Alguien se enteró? soy un negro desmemoriado pero estos cuatro blancos son todo lo que queda del pelotón & desde entonces estuvimos siempre juntos y no recuerdo si era buzzy o zacharias quien tenía el alquiler del piso ellos tampoco lo recuerdan nadie recuerda nada eso es lo bueno de este país & si tienes tacto amigo nadie te tocará el hombro & dirá ves esta placa & te leerá tus derechos

Son mi familia & regulamos el paso cada viernes sólo cada martes & viernes usamos las hipodérmicas o cuando creemos que es viernes & uno solo de nosotros sale cada tanto a buscar comida tenemos las pensiones & tenemos cuidado al andar por los pasillos o al tomar el ascensor como si el viejo charlie estuviera a las nueve & aquí ya no podemos usar los fusiles de asalto las granadas los morteros aunque cada tanto oímos los helicópteros y nos arrojamos todos cuerpo a tierra por las ráfagas en el gran salón donde no queda ya un solo mueble aunque yo guardo en alguna parte "la browing" ah zacharías que fue a la universidad la llama el poeta lakista dice estupideces dice que "la browing" es la reencarnación de un poeta inglés.

Hace 27 años que nadie se da por enterado de que seguimos aquí y eso es bueno
Traemos putas para fotografiar


Sexto Piso: Frances Gobernor-Coleman

Yo, la única hija de Algernon Gobernor-Coleman,
Que conocí el esplendor de este país
Antes de que llegaran los italianos, los irlandeses
Y los musulmanes, antes de que desembarcaran
Con sus hijos en el vientre los hispanos
Y los armenios y los judíos que huían de los zares,
Duermo mi sueño eterno detrás de una falsa pared
Del baño, inyectada de formol, emparedada
Por mi esposo para quedarse con toda mi fortuna.
Hace casi cien años que me pudro
Discretamente, sin olores ni gusanos,
Sin prisa, en este piso olvidado
Por albaceas, abogados y jueces.
Yo que conocí el suave contacto de la seda
Y la caricia del satén, el mimo de la piel de marta,
El aroma de la menta salvaje en la hacienda de Virginia,
Desde hace un siglo sólo rasco helados ladrillos
Colocados en apresuradas hileras frente a mi nariz
Y luego el sudor del cemento cuando hace calor en Manhattan.
Inmóvil pero todavía de pie,
Separada para siempre de un mundo
Que hicieron los míos
Pero que ya no se me parece.

Séptimo Piso: Leonard Barryman

Vine de Minnesota con mi título y mis libros
A conquistar las universidades del Este,
A imponerme a los deseos del mundo
Demostrando que en un mismo tiempo
Viven Epicuro y Alcestes, Jorge Washington y Lincoln.
Creí que todo era posible en base a una férrea voluntad,
Como me enseñaron la iglesia metodista,
Mis otras lecturas y mi abuelo que era capaz,
A sus ochenta y un años, de doblar una herradura
Con la fuerza de sus dedos vueltos rojos y blancos.
Agonizo en una burocracia que ya tenía otros gustos,
Y mi clase está compuesta por muchachos burlones,
Que no saben ni estiman lo que representó Napoleón.
Cada noche, temo a los drogadictos al bajar del autobús
Y me escurro entre las sombras, una sombra yo mismo,
Creyendo que en mi oscuro centro aún brilla
Algún canon, que soy esa leve luz complacida de sí misma,
Aunque todo demuestre que la nieve la cubrió
Y el calor la derritió. Soy el que soy, repito
Al dejar el ascensor y desde el fondo de la penumbra
Que envuelve los pasillos mi vida entera se ríe
Y me arroja cada palabra que dije como un escupitajo.
Cuando cierro la puerta, esa risa persiste.

Octavo Piso: Fernando Medina y Guimaraes

Vivo en el piso que fue de mis padres:
Lejos quedaron sus sudores y sus pesares.
Podría vivir muy bien en otra parte,
Pero me complace recordar,
Entre estas cosas y muebles conocidos,
Que me elevé de entre los míos
Como un dios en una máquina.
Vivo en el piso que fue de mis padres:
Aquí avarientamente juntaron cada dólar
Para educarme, cuando este era un barrio despreciable
Y ellos la hez del planeta arrojada a esta playa
Todavía con vida como para engendrarme.
Y crecí como un monstruo, como algo notable.
Soy el futuro sin freno y ya nadie podrá pararme.
Vivo en el piso que ya fue de mis padres.


Noveno Piso: Pent house

La puerta, las paredes, el empapelado, las formas. Las cortinas, las alfombras, los ceniceros, las cómodas. Los armarios, las mesas, las sillas, los sillones. Las ventanas, los atardeceres, las madrugadas, las noches, los amaneceres. La cocina, los enseres, los utensilios, los manteles. Los pasillos, las sombras, el aire a encierro, una puerta entreabierta, la humedad, la ceniza. El polvo, las telarañas, los ruidos de la calle. El baño, las goteras, los mosaicos, el espejo, la ducha, las rajaduras, el óxido. Los insectos muertos, la mugre, las colillas, los enchufes. El dormitorio, las sábanas, los libros, las luces apagadas, las almohadas. El televisor, la radio, los cables, las revistas. El salón de estar, el techo, la biblioteca, el par de sillones, la mesa baja, los periódicos, la lámpara de pie, el aparato de aire acondicionado. El balcón, las plantas de tiesto y el vacío.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Multitudinario Verbo: sobre Airado verbo de Juan José Soto* por Johnny Barbieri

En “Airado Verbo”, cuarto poemario de Juan José soto, se observa primero la pretensión por una construcción verbal que sea poética en todo su sentido. La palabra pareciera estar contenida en esa lucha por crear denotaciones cada vez más significativas.

Los poemas que se presentan construidos bajo la estructura de la lírica moderna, presentan cierto aire de hermetismo que por momentos se hace ininteligible, pero configuran cuerpos que ganan a la contemplación del lector. Siguiendo sus libros anteriores, sobre todo Palabra sobre los abismos, Soto, se ha avocado a hurgar en la palabra esa intención de decir más de lo que se insinúa, busca sugerir, suscitar desde la palabra misma sin que ella sea doblegada por una mecánica superposición de ornamentos retóricos, sino por ese amor a las mismas palabras que debe tener todo gran creador, y es así como lo vemos en este su nuevo poemario.

En la primera sección de este libro, Multitudinario espejo de sombras, se presenta dos ideas concretas, por un lado la representación de abundancia y continuidad, que por momentos parece llevarnos a un estado de fertilización inagotable de imágenes, que como frente a un espejo se están repitiendo intencionadamente y, por otro lado, la representación de lo oscuro que se expresa a través de sombras, muertes, caos, noches, silencios, abismos, exilios, etc, no con un sentido de auto destrucción, sino de un estado de paso hacia la luz o mas bien del paso hacia la voz más airada, “Multitudinario espejo de sombras / de vacío rostro / de muelle exhausto / de quieta roca / que conturba la mirada”.

La segunda sección, que le da nombre al libro, Airado verbo, pareciera un bloque de encendida palabra, la pretensión estética más acuciosa, el verbo es una antorcha, al menos pretende serla, que le da iluminación a esa continuidad de sombras que se ha planteado en la primera parte del libro. Pero esta iluminación es hecha a destellos, a dentelladas, a golpes, a rupturas; se pretende quebrar el verbo que hasta ese momento se ha venido complaciente en todo sentido: Ardiente voz de hoguera / airado verbo / turbada sangre o en horda abatida por el golpe de un verso / aunque luego acometan / Rayos escondidos entre los árboles / los ojos grandes de la furia / la muerte rozagante a gritos.



El poeta ha logrado, a estas alturas, un constructo que sólo es concebido como relación de continuidad progresiva: de la oscuridad a la luz, del ornamento a la consistencia, de la aflicción a lo exultante, de la voz evadida al airado verbo.

La tercera y última parte, Galope de tormentas, que consta apenas de tres poemas, pareciera que la intención del autor es galopar, efectivamente, sobre esa anchurosa extensión que es la palabra revestido, en este caso, de un verbo enfurecido, pero sin embargo aquel galope que se presupone desbocado, encabritado logra un trote de lo más contemplativo y gustoso a la vista. El amor atenúa la fuerza impetuosa y lo vuelve más encarnecida, incluso diría yo, más vital. El poema XVII es el más representativo, hubiéramos deseado otros poemas bajo este mismo formato, quizás estaríamos hablando de una tercera parte que no sea ni sombra multitudinaria, ni luz enceguecedora, sino verbo rozagante, pleno en el sentido completo de la palabra. Aun así, Soto, logra concretar un tercer momento del libro que es más carne que verbo enrarecido: Nora / impetuoso latido del amanecer / que seduce la integridad de la noche / coges la raíz invicta del viento y sus formas / entre manos de malvas de luceros / agitas la quietud de los recodos / y la sangre imperturbable del guerrero.

Juan José Soto, con este poemario, afirma aquella búsqueda apasionada, de los poetas del 90, por desarrollar un lenguaje libre de coloquialismos insulsos; ese hallar la esencia de la poesía en lo más profundo de uno mismo. Teniendo en cuenta las palabras de Paz: “A estas alturas, después de más de dos milenios de especulaciones estéticas, de Aristóteles a Heidegger, padecemos una suerte de mareo filosófico y nadie sabe ya a ciencia cierta qué significa realmente la poesía”. Lo que gana en este libro es esa imperturbable búsqueda, que brota de lo más hondo como los latidos y que aún cerrados los ojos reconocemos la magia del verbo, que Soto lo tiene muy claro, ese verbo que sólo es concebido como poesía.

* Texto leído en la presentación del poemario “Airado verbo” de Juan José Soto, en el Centro Cultural CAFAE-SE "José María Arguedas, Lima, el día 4 de setiembre de 2008)

ENTRE LA VÍSCERA Y EL ESPÍRITU* por Víctor Coral


Poesía es una antorcha/ Enciende palabras/ Ojos inmóviles/ La ansiosa mirada de la muerte

Está muy difundido el pensar la poesía como una suerte de refugio ante la vulgaridad extendida y celebrada de la sociedad moderna. Una suerte de reducto donde lo sutil, lo espiritual y lo genuino encuentran un lugar donde florecer libres de la lluvia nuclear de lo feo y lo innoble. La poesía ilumina pero, ¿qué deja ver? Las entrañas del poeta, sus miserias y miserabilidades, que son el reverso exacto de la monstruosidad del entorno sistémico. Pero la poesía también enciende a las palabras, las encamina, las potencia. Esa la labor esencial, su sino. Sin poesía no hay palabra posible, es más, sin poesía no hay comunicación, porque la comunicación de lo incomunicable es el único objetivo auténtico del poeta, y esa comunicación solo la poesía la puede asegurar, a veces.

Y claro, para ver las tenebrosidades de lo inefable hay que tener los ojos inmóviles, que no es lo mismo que tenerlos yertos o apagados. Ojos inmóviles para captar en el momento preciso el ramalazo de luz que anuncie nuestra redención, ojos abiertos y fijos para ampliar lo real, para desmenuzarlo hasta palpar, como en el fondo de un pantano, un objeto novísimo, inédito, la diosa ambarina que anuncie las bodas de la fijeza con lo trascendente (Lezama dixit), para registrarlo, para celebrarlo, para serlo.

Y la ansiosa mirada de la muerte... a estas alturas solo la poesía nos enfrenta, cuando quiere, a la muerte, a la experiencia más importante de la vida, y ello tiene que sonar contradictorio porque las grandes verdades parecen siempre contradictorias, porque la vida misma es una contradicción que debemos superar, ¿mediante qué? Mediante la muerte. Pero hablo aquí de una muerte plena, de una conquista, de la muerte propia rilkeana. La muerte que es producto de una sucesión intensa de muertes previas. Porque nada es fácil y hay que morir muchas veces para conquistar tu propia muerte: morir para la imagen fútil, para el vociferío torpe, para la ambición estéril; pero no para la palabra, para el saber, para la poesía, porque son esos los desequilibrados pasadizos que al paraíso, de una buena muerte, nos llevan, si a algún lugar van.

Y este cuerpo harto en la intemperie/ Granizada de precipitado beso/ Al otro lado del reino

Y claro, está lo del cuerpo, el ancla inevitable de todo desvarío, el lastre que sofrena nuestro ascenso, el medio que se opone a cualquier fin supremo. El cuerpo, el cuerpo, siempre recomenzado. El que nos empuja, en la juventud, a la experiencia por la experiencia misma, a la exploración de los límites y de los excesos, para después tarde o temprano, meternos el puñal de sus dolencias, de sus traiciones y cangrejos, la factura ominosa que no respeta al poeta ni a sus perros ni a sus cenizas, que lo quiere convertir en un NN. Ese cuerpo exhausto, extenuado, que en un momento repudia la intemperie y pide vivir en el sosiego de una dignidad. Ese cuerpo animal que, domesticado siempre tarde, nos permitirá, si acaso, otear el otro lado del reino de la necesidad a que nos tiene confinado desde el nacimiento. Y ya con ese oteo es suficiente, pues no es oficio ni target de la poesía salvar al individuo o al mundo, sino decirle que hay algo más allá de este mundo suciamente manifestado, al otro lado del reino y que nos espera siempre y cuando hagamos algo por acercarnos a él. Hay poesía de este lado del reino y del otro. Yo quiero establecer el carácter axial, de axis mundi de la poesía de Soto: es un puente verbal entre las determinaciones de la víscera y las ambiciones del espíritu. Esa es su libertad y su singularidad. Ese, su brillo.

* Texto leído el 4 de septiembre de 2008 en el CAFAE- José Maria Arguedas con motivo de la presentación de “Airado verbo”.

LAS TRES ESTACIONES DEL ESPANTO O BREVE VISIÓN DE AIRADO VERBO DE JUAN JOSÉ SOTO POR FELICIANO MEJÍA

JUAN JOSÉ SOTO
AIRADO VERBO
LIMA: SOL NEGRO EDITORES,
2008. 52 pp.

Si esperas, amable lector, un libro complaciente para satisfacción de tus sentidos y el placer de la lectura, te aconsejo que no abras este poemario. Aquí no encontrarás paz ni confort. Sólo una batalla encarnizada contra el espanto.

PRIMERA

Ya en los primeros versos, en una Primera Estación, se anuncia lo que será el meollo de este trabajo: un combate sin tregua entre la crisis existencial del hombre, sus carencias y caídas, del paso vacío del tiempo; y la dilacerada conciencia de haber entrado en el arcano de la destrucción (¿precario peldaño de la transición?), lugar donde no existe luz ni bocanada de aire en la “calle frágil del ser”.

Los primeros poemas nos confrontan al incisivo recorrido en lo más oscuro y doloroso del ser humano. Como con un escalpelo, Juan José Soto, ausculta el Ser de carne y hueso y el Ser espiritual del Hombre, caminando a tientas hacia la aniquilación sin remedio.

Así, somos testigos de su desencanto ante la realidad cotidiana, sintiéndose un transeúnte errante de la vida y sus implicancias, premunido de una conciencia que se hace un pozo depositario de un pasado reciente, de total insatisfacción, en las márgenes del sin sentido: la esencia del espanto. El poeta se siente depositario de la muerte en el seno de la vida y, a la vez, la voz testimonial de los caídos en el insondable mar del caos, de las sombras y su correlato de silencio, del caminar en el mundo –tránsito de fantasma de humo y carne- re/sentido como un desierto trasegado de ríos de dolor existencial que no se mitigan. Transido de este malsano sentir, de esta visión oscura, ni la palabra puede ser una mano salvadora; porque el hombre y su conciencia óntica son aprehendidos como Otro en el exilio.

Frente a ello, el poeta hace un inventario inmisericorde, dantesco, minucioso del desasimiento y del no-ser-siendo; pero logra una bocanada de aire en el quehacer del arte. Como hesitando se dice: “Ave fénix del verbo”.

Así termina la Primera Estación de este poemario, sin darnos un respiro ante el dolor total del no ser.

SEGUNDA

Pero el escritor reacciona, hace un puente de auxilio en este “Airado verbo”…, la segunda parte del poemario y nos ofrece una primera piedra de luz y nos dice: “poesía es una antorcha”. Frente a la vorágine de la realidad hostil y la visión del mundo como lo más negativo del ser, nos presenta, como atisbo, otra faceta de la vida: la de la lucha encarnizada contra la aniquilación. Entonces podemos sentir las armas ocultas del poeta: la palabra como bajel seguro para atravesar el mar de tormenta aniquiladora de la vida, el poema y el poemario. La palabra, ella es la clave para acceder a vislumbrar un posible futuro en esa misma vida, pero premunida del amor. Ella, la palabra, es una “llave maestra” para abrir los resquicios de la negación de la muerte. Con la adarga del verso, hay una posibilidad de salvación, pero a través del amor. Hecho este descubrimiento, el poeta siente haber atravesado las riberas del espanto y puede decirnos: allá “Babel aúlla sordamente en las calles”. Aún la hecatombe humana subsiste, pero él, en tanto conciencia que se siente, ha dado un paso hacia la vida plena. Continua en su sentir, con la persistencia de lo indeleble, el horror, que Juan José Soto grafica en abigarradas enumeraciones surrealistas o paralelo escritural a lo plástico de un Hieronymus van Aken o Jérôme Bosch; pero la palabra, el verbo está (nos lleva) “a salvo de los desquiciados sanatorios” y su “breve reino del hombre”.

TERCERA

Esta Segunda Estación no ha variado la visión oscura del mundo y del hombre como caos redivivo y dolor sin fronteras. Pero se vislumbra ya, como pequeñas nubes esporádicas, una posible salvación, que nos conduce a la Tercera y más breve Estación postrera: la del “Galope de tormentas….”, donde la voz que hasta ahora nos ha conducido por estos caminos de infierno óntico, se serena, y reajusta un balance entre lo vivido como pasión dolorida y locura, como recuerdo amargo de un vacío, y este “mar de rayos y centellas desafiando el abismo / al borde del terco horizonte / al borde de todos los cielos”.

El poemario se acaba con una persistente y soterrada apuesta por la vida, por el ser, dándonos la “invicta raíz del viento”, a través de la “sangre imperturbable del guerrero”, “bramando sin fin”.

Volteada la última página, uno se da cuenta que ha participado en un combate inmisericorde entre el vacío y la vida, entre el desamor y amor, entre lo oscuro y la luz. Y de ese combate nos queda un repertorio de ideas y de imágenes fulgurantes que nos enriquecen. Podemos no estar conformes con ese rescoldo amargo que nos deja esa lucha, pero no podemos ser indiferentes a esta lucha de un autor y las zonas más profundas de lo humano.

CODA

Aquí, pues, este poemario de paradójicos textos que, sumiéndonos al fondo de la herida –sin correlato con la cotidianidad de un peruano en el Perú–, nos insuflan un entusiasmo y ganas de vivir, en tanto, peruanos de hoy inmersos en una realidad dilacerada.

El tratamiento textual es de notable factura propio de quien domina el idioma y los recursos del arte de poetizar con dominio del discurso soterrado del automatismo controlado.

Airado verbo, de Juan José Soto, es todo esto y mucho más.

¡Evohé!

PRESENTACIÓN DE AIRADO VERBO

MÁS SOBRE AIRADO VERBO

Algunos links sobre Airado verbo en la prensa internacional:

DIARIO ÉPOCA (ARGENTINA)
DIARIO LA REPÚBLICA (ARGENTINA)
TRIPLOV (PORTUGAL)
LITERATÚRAME (ESPAÑA)
REVISTA LITERARIA AZUL ARTE (CHILE)
PROYECTO PATRIMONIO (CHILE)

martes, 16 de septiembre de 2008

AMÓRFOR DE SALOMÓN VALDERRAMA POR JUAN PABLO MEJÍA

Salomón Valderrama. Amórfor. Lima: Sol Negro editores, 2008.
“(...) Rozur pure morucar ul proceu / Imur pure vavorlu tude / Ameguner qoa saompru hubro en cumoanzu / Osu per dacesoun darmur can tudis mas coses ruletuves / Ma ospesu ma porru ma cutre a ma mintaño... (*)” Trabajo de artesano, Valderrama (de)construye y renueva el lenguaje desde dos frentes: el culturalismo de Góngora y el aún poco estudiado neobarroso latinoamericano (que fuera introducido en el Perú por Reynaldo Jiménez), pero con un tinte polémico, que recorre (y opina) sobre la realidad política y cultural del país a la vez que exalta su identidad nacional.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

AIRADO VERBO DESPUÉS DE LA PRESENTACIÓN EN EL SUPERBA

Wilber Moreno, Diego Lazarte, Fernando Carrasco, Carlos Rengifo, Juan José Soto, Víctor Coral, José Pancorvo, entre los que logro divisar

PRESENTACIÓN DE AIRADO VERBO DE JUAN JOSÉ SOTO EN EL CAFAE

Johnny Barbieri, Rodolfo Ybarra, Juan José Soto, José Pancorvo y Víctor Coral

martes, 2 de septiembre de 2008

SOLNEGROTOTAL

Juan José Soto, autor de Airado Verbo, primer título de Sol negro; Paul Guillén, director de Sol negro editores y Salomón Valderrama, autor de Amórfor, segundo título de Sol negro.