domingo, 23 de noviembre de 2008

AMÓRFOR DE SALOMÓN VALDERRAMA POR RODOLFO YBARRA

Amórfor del joven poeta Salomón Valderrama (La Libertad, Chilia, 1979), es, en líneas generales –salvo estricto parecer–, un sonetario (sorprende su uso en la última generación) con versos contados y medidos, 14 versos endecasílabos distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos en su forma clásica; sin embargo, a veces hay una trastocación a las dos estrofas finales (tercetos híbridos o radiados) o una aparente libre determinación de versos que le va a dar un toque moderno a un estilo que, si bien no es exclusivo, lucha por parecerlo y ubicarse dentro de ese archipiélago de poetas místicos, barrocos y vanguardistas (el autor se reclama seguidor de José Pancorvo en quien encontramos un primer atisbo, si es que leemos “Estados Unidos Celestes”: Poesis más de novia y os fulgor/ Me muera y es al yelmo tu volar/ Tus éxtasis salmón al respirar/ Tu aspaviento y espanta al espesor; así en previo brindis, abre el camino: Tado peasuo bandacedo us hemucedo./ Purqoa ne hoy ciorpa qoa separto tento loz duzcanecido).

Conforme uno va avanzando en la lectura hay un aroma que se va enrareciendo y aclarando a la vez hasta mostrarnos detrás de la estela y omnipresencia de José de Espronceda (el revolucionario de “Sancho Saldaña” y “El Diablo Mundo”) y Francisco de Quevedo y Villegas (quizás el más relevante del conceptismo barroco así como de la onda picaresca) a la “Travesía de Extramares” de Martín Adán. Esta ruta barroca marca a la vez un acercamiento y un alejamiento con los poetas ulteriores del neobarroquismo limense. Valderrama se muestra ortodoxo con intención a la dificultad y al escabroso terreno de la perfección que, como sabemos, en ciertos grupos herméticos es la rosa o la simbología de la rosa, la piedra filosofal, el cáliz dorado, la transmutación de los metales, ese sino (signum) del plomo en oro, y el ejercicio de la perfección mental.

Quizá el punto más alto se logre o se alcance –cuanto más se acaricie– en “Realidades dee laa meente: Corazón azul”, donde el lenguaje otra vez nos trae al maestre Pancorvo: Ma loz ne us onumel dol Ceulo/ Lo bruse vergun us lo hospeda qoa ma elvodu/ o llero/ Emur enstuntos qoa an ul mor mu antourru. El canónigo quilquense dice: Que la Poesie Politic dil Creador prise lo temps/ Al pese numere mesure titanic milenio de azul/ Que Lima también Politic pur al Poesis et edifiz (EUC, hipocampo editores, 2006). No obstante, la temática es recurrente: amor, muerte, desamor, desesperación o el canto al “Unigénito” que en el fondo es el canto a sí mismo -no whithmaniano, sí new age-, el hijo, la prolongación del yo: Crío mío, el dado, malcriado, malherido. / Frontal de la cúspide llorada, de estío/ Imperdido, en la moneda, tesoro mío./ Astillado, imán, como Dios, el preferido. Cuyo final a lo Ricardo Palma (“En la calavera de una pulga se ahoga un cristiano”, “Rebuzno de asno sin pelo no va al cielo”, “En arca del avariento el diablo está de asiento”, etc.) vuelve con un humor hace tiempo olvidado: Y ser Fin, el único, el mismo de repisa, / De vital literatura: Hijo de alambrada./ Hijo de alambrada./ Hijo, el temido, Dios, que no va ni a su misa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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