martes, 20 de abril de 2010

La mente reposa, se disloca y se tranquiliza ebria: Teoría de los cambios de Enrique Verástegui por Salomón Valderrama

La materia es dura, / la materia es indestructible: / por lo tanto / la materia es incomprensiva, / la materia / es cruel.
‘La cabeza contra el muro: Conclusión filosófica moral’, en Taberna y otros lugares (Premio Casa de las Américas, 1969).
Roque Dalton

Muchos escritores, especialmente los poetas, prefieren dejar creer a la gente que escriben gracias a una especie de sutil frenesí o de intuición extática; experimentarían verdaderos escalofríos si tuvieran que permitir al público echar una ojeada tras el telón, para contemplar los trabajosos y vacilantes embriones de pensamientos. (…) Consiste mi propósito en demostrar que ningún punto de la composición puede atribuirse a la intuición ni al azar; y que aquélla avanzó hacia su terminación, paso a paso, con la misma exactitud y la lógica rigurosa propias de un problema matemático.
‘Método de composición’: Hacia El cuervo, símbolo del recuerdo fúnebre y eterno.
Edgar Allan Poe


Después del conocimiento parece que la mente reposa, se disloca y se tranquiliza ebria. Parece ceremonial su gran quehacer. Porque la mente arguye la revolución en élla se erige por su saber que inevitable libera, empieza a perfumar otros sonidos, otras formas, otros métodos. La mente en su equilibrio de humanidad regala salidas, fugas rápidas, instantáneas al hombre preparado, puro para recepcionar un nuevo sentido catapultado, un nuevo saber trazado en las cuerdas, en los latidos luminosos del hombre libre que las pergeña como grandes huellas delicadas hasta su propio peligro. El creer, el licor, la ebriedad de creer en lo trazado propio. En la locura propia. Pero bañada, ebria de hermosura: en la cuestión de fe. Más allá de lo planificado, más allá de lo medido en la pre-claridad. Lo dicho en signo atrapado parece escaparse y estar vivo como un fuego secreto que se acrecienta con cada lectura. El signo arde, su poder parece siniestro pero perfuma, quiere hablar de música lejana, se divierte, le preocupa al gran amigo prisionero del mundo. La serenidad evidente del poeta nos engaña porque él eleva, construye, causa la revolución. Ese delicado aroma del limonero nos sobrecoge en revelación: El azahar perfuma intensamente el universo (‘Sobre La Revolución’).

Hay dos clases de cantos, los que predicen lo que aún no ha llegado y parecen levantar un siglo futuro, encontrando el nuevo quehacer del hombre vulgar. Hay otros menos arriesgados que le cantan a la filosofía que pasó con el árbol frondoso de las frutas que ya maduras brillan o podridas se precipitan en búsqueda de los suelos, formando parte de la diversidad del mundo. Los dones fabulosos que nos enfrentan solitarios. Una mente que clasifica mentes: que desata una hacia la felicidad. La filosofía profetiza felicidad a los hombres, / pero el hombre vulgar sufre. (‘Philosophy’).

El hombre y su invención intenta, es su juego, aliviar el destino del hombre, otorgarles facultades y potencial para realizar deseos y poder caminar redondo, perfecto, exuberante como el mundo. En la flor de fuego y de agua, de contradicción, de hermosura. Renovando o combatiendo la poderosa obscuridad, perfeccionando la luz y el día: Todo −lógica, matemáticas, ciencia- es tu cuerpo, / esa razón práctica de Kant, que Hegel, / en nombre del Estado, contradice. / El Estado es superfluo, y Hegel un patán. / El imperativo categórico es orgasmo, es felicidad (‘Philosophy’). Contradicción que nos eleva y deforma provocando la risa sublimizada, la más peligrosa risa, tal lo discernía Emilio Adolfo Westphalen: −yo propondría colocar una bella reproducción fotográfica del número 69, en lugar de la imagen del Corazón de Jesús, en todos los hogares, como ejemplo gráfico de la superación dialéctica de la contradicción lógica− sonríen al recordar las leyes de la naturaleza que les enseñaron en la escuela y sonríen también al recordar la mirada mucosa, que realmente parecía salir más bien de la nariz y no de los ojos, del cura que agitaba sus orejas de elefante oyéndoles acusarse tímidamente de «malos pensamientos». ‘Detrás del telón’, en Cuál es la risa (Editorial Auqui, Barcelona, 1989, imprenta artesanal de Vladimir Herrera); edición no consentida por el autor.

Se asocia la perfección verso con verso apareado, el poema se cruza de sabiduría que embelleció instantáneamente; la belleza del uno se reparte, se multiplica en la belleza de la amada, de las delicias de la vida. El Bosco es producido para asociar muchas artes que en la mente se trazan haciendo El jardín de las delicias, pero no ése, de la tortura en el poder de los sentidos, en este jardín se ceremonia una alegría en equilibrio para evitar la desesperación: se habla de la juventud, de la rebeldía que en ésta se eleva pájaro deformado en constelación, como una purificación del mundo, se asocia juventud con libertad sagrada, un ensayo para reportar la vida adulta, grave, mayor, parece que la consolidación de algún pensamiento también es condena porque se convierte en imposición, por su capacidad invasiva y por lo tanto llena de poder. Para la juventud es no-verdad, atrevimiento, tiene que ver con el espíritu colorido, poderoso, amenazante, bañado de final, de féretro se descuelga: Cabalgar en campo traviesa con una espada / desenvainada / parece ser un ejercicio de juventud. (‘II, Epistemology by Tv’). Al mismo tiempo se habla de una contra juventud en el sentido de ensayar para aprender. El joven es impulso, grito, brío y muchas veces, como dice el poeta: comete errores siempre. Es el precio de la juventud, pero sin élla no hay maravilla, no hay resquicio alucinante, no hay viaje. En este punto, alejarse de la juventud es morir. El poeta Enrique Verástegui, acepta esto y brilla por joven, en plenitud, resplandece, cambia de color, levita, ensaya un sacrificio angelical que siembra conocimiento cuya imagen proyecta peligros, peligros en el sentido de creación. Se elevan los fantasmas, se materializan en monstruosidades, deformaciones que perfeccionan el mundo. Y que hacen devotos sí, de la libertad, de la soledad, del poeta. Porque el genio es un loco, es un dios cuya fuerte imagen se funda en la soledad del delirio, explosión floral: Déjenme así extraño y solitario. / Oh por favor déjenme florecer. (‘Diario Z + 1:2/1/2004’).

La imagen del poeta se renueva constantemente, la vitalidad lo persigue, porque es joven (otra vez) se revela y crea lo extraño, lo fantástico: Paso mis tardes de domingo / leyendo a Sologuren. / El está viejo y yo soy joven aún. (‘Diario Z + 1:2/1/2004’). Dice en el sentido reposado, calmado, sin embargo dice viejo del poeta pensador Javier Sologuren, en relación al poeta caminante rebelde, fresco, con el arma desenfundada, dispuesto a matar o a orinar, con las axilas sucias, niño, que atrevido se arriesga fulminante, fruición, en Monte de Goce (o libro del pecado) (Jaime Campodónico Editor, Lima, 1991), libro de la exacerbación sexual. A decir del poeta Paul Guillén: en el caso de Enrique Verástegui y otros integrantes de Hora zero como Juan Ramírez Ruiz (Vida perpetua, 1978) o José Cerna (Ruda, 1998)− se presta más importancia a la composición espacial, descendiente de Mallarmé, Apollinaire o los concretistas brasileños, pero, sobre todo, con mayor influencia del estructuralismo y la aplicación de las matemáticas a la poesía (llamada “poesía combinatoria”). Es así como este procedimiento se amolda al concepto de Roland Barthes sobre el rol decisivo del lector como modelizador de lectura-escritura, es decir, como un autor potencial, siguiendo la premisa de Lautréamont de que la poesía debe ser hecha por todos, no por uno (recordemos la famosa premisa barthesiana: el comienzo de la escritura es la muerte del autor). Otro aspecto, que nos interesaría remarcar es que el concepto de reescritura propuesto por Barthes se encuentra interrelacionado a una práctica barroca, en el sentido de la repetición, el exceso, el detalle, el fragmento, la inestabilidad, la metamorfosis, el desorden, el caos, la complejidad, la disolución, la distorsión. (‘Lo a-natural y lo perverso en Monte de Goce de Enrique Verástegui’. Casa de citas, número 4. Lima, 2007).

Se experimenta la contradicción al límite, es evidente y hace rica a esta poesía iniciada con En los extramuros del mundo (Carlos Milla Batres Editores, Lima, 1971), que se corresponde con la vida, con la presencia múltiple del hombre. El poeta sabe de los ensayos de la filosofía y su cinética constante, en su perfeccionamiento como lo vislumbra Alejo Carpentier, hacia la mayor riqueza americana: Hay todavía demasiados “adolescentes que hallan placer en violar los cadáveres de hermosas mujeres recién muertas” (Lautréamont), sin advertir que lo maravilloso estaría en violarlas vivas. Pero es que muchos se olvidan, con disfrazarse de magos a poco costo, que lo maravilloso comienza a serlo de manera inequívoca cuando surge de una inesperada alteración de la realidad (el milagro) de una revelación privilegiada de la realidad, de una iluminación inhabitual o singularmente favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad, de una ampliación de las escalas y categorías de la realidad, percibidas con particular intensidad en virtud de una exaltación del espíritu que lo conduce a un modo de “estado límite”. ‘De lo real maravilloso americano’, en Tientos y diferencias (Editorial Arca, Montevideo, 1967). El poeta sabe que toda explicación es atrasada por otra que luego, a su vez, se olvida, y por eso dice: ¿Cuándo brotará una mente genial que explique el mundo, / Analizando el pecado como quien desarma un / automóvil, / Participe en la redención para liberar a su pueblo, / Y penetre en la virtud para armonizar / Mente, cuerpo, y espíritu / En el capítulo del conocimiento? (‘Diario Z + 1:2/1/2004’). Le reclama a la ciencia, el avance físico materializable del hombre, su atraso, ya que élla es lenta en relación a las dificultades del mundo. Ya que cuando se cura un problema, una enfermedad, siempre hay otra que se levanta o la misma que muta o también se perfecciona (círculo, círculo, sueño, esfera, esfera, otros sonidos levantan). Parece un circuito eterno. Pero la vida es una y es corta, entonces dice: Cada día me deterioro más / La ciencia, en pañales todavía, / No vino en mi apoyo. (‘Diario Z + 1:2/1/2004’). No obstante, el poeta cree en élla y por eso le reclama, y a pesar de la creencia, la ciencia alivia aunque sea con un adormecimiento, en pos de entretener con una alucinación o tres. Va más allá el poeta, quiere con la mente, que la muerte sea finalmente vencida y el arte glorificado: ¿Cuántos siglos deberán pasar todavía / Antes de que la muerte sea finalmente vencida, / Y mis obras glorificadas? (‘Diario Z + 1:2/1/2004’). Habla de la vida, de las flores, de poder ver la belleza, recepcionar su visión primaveral, hay que ver la poesía, leer la poesía: sorpresa perenne dentro de la rosa del día (Oquendo de Amat dixit). Tienes que saber amar las flores / Antes de cerrar este libro para siempre. (‘Diario Z + 1:2/1/2004’).

El poeta habla en nombre de todos, sumido en el principio de la vida, su misterio, su final, que se yergue en sonido sobre sonido detenido en el tiempo, como espasmo maravilloso. El movimiento, la revolución del mundo está en el jardín, hay un silencio extenso que ensaya perfección como en los antiguos haikus, que permiten escuchar y develar algún enigma o secreto. He allí, al decir del poeta, que ha traducido un manuscrito encontrado en una biblioteca de New York, de un matemático chino del siglo XIII llamado Ch’in Chiu-Shao, introductor del cero. Siguiendo otra línea de misterio, y es que puede ser cualquiera, alejado de los mayas (o no tanto por el Teorema de Yu y el círculo del año). Hechos que lo relacionan al maestro tapiador y encontrador de libros, Jorge Luis Borges.

Nada produce más que un rosal. (‘Diario Z + 1:2/1/2004’). Hay un niño grandioso que juega, se esconde, en su inocencia respira, por todos, purifica el aire, la materia. Cree en los libros dorados, bebe de ellos. Su culpa es sentir la pureza, hacerla alguna esfera: florecer de redondamientos. La fe se eleva. El poeta crea porque cree en la renovación del mundo, en su perfeccionamiento floral, su perfume delicado de azahar. Teoría de los cambios es un sueño creado, una posibilidad materializable. La belleza es su motivo, su fundamento, rezo que colorea el pecado del invierno, del verano: Sobre mi cabeza flota la luna. (‘Teoría de los cambios’). La noche es el pensamiento que resplandece en espejo, porque la ven desnuda y delicada, peligrosísima, por las guerras en que se ha envuelto para ser libre. En la búsqueda de la equidad de la distribución de la riqueza. Pero todo está en movimiento y los estratos sociales también se intercambian, mediante saltos (‘Centro’: el principio de cambio permanece). Proyecto sobre nuevo proyecto la locura también escala: son otras rutas sus líos, sus ríos de poesía. Las sentencias, las afirmaciones se atraen entre ellas; las contradicciones hacen la luz que las salvan (acertarás cuando leas poesía. Se dice en ‘Poesía para señoritas’).

El poeta ha bebido el agua cristalina de la poesía, está ebrio de poesía negra y así canta y así sufre, traza una elegía para la abolición de la muerte. Para refrescar la mente, el corazón golpeado. Cree, otra vez y otra vez, limpia el cielo, dice: América despierta. A pesar de la incógnita, a pesar de que no controle nada y que el equilibrio del universo se da en lo que aún no se a descubierto. Las leyes fantasmas hacen el equilibrio del mundo, siempre viejo, siempre nuevo. Vivo. El poeta vuela, alcanzando la cumbre en una flor (‘Ávatar: Epístola a los discípulos de Krisol’). Todas las flores, hasta las cosas oscuras. América una, indescifrable, inmaterial (‘VII, Ávatar: Epístola a los discípulos de Krisol’). Una gota de rocío es un océano (‘IX, Ávatar: Epístola a los discípulos de Krisol’). Todo se equilibra en la mente, un sonido extraño trazado abre otro universo: Esta bendición se ha producido y la sanación también. (‘Bendiciones Místicas’). El poeta es libre y liberado se relaciona con algún otro en el gran poema del mundo, múltiple, de sesgo, de reducción, a lo mínimo, hacia los secretos, está en todos los tiempos: Traspasa la montaña hacia la luz.

La visión del poeta se eleva en distingo finísimo sobre todas las cosas. Enrique Verástegui con Teoría de los cambios (Sol negro/Cascahuesos Editores, 2009) vuelve a demostrar que es el poeta mayor de Hora zero, junto a Juan Ramírez Ruiz. Confirmando, además, que el movimiento Hora Zero es el más grande y más ambicioso y más diverso de la literatura peruana, junto al Grupo Norte. Hechos que algunos venenosos, ridículos y verdaderos atrasados tratan de menguar por ser su acción hecha por brillantes mestizos, cholos, negros y blancos que a punta de picota labran cultura y poesía viva. A veces poesía sucia, inaceptable, brillante, enferma, peligrosa, radiactiva, radiante, contranatura, contratodo.

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